De mis pecados (que si no son todos, sí podrían ser todos si me dan tiempo y lugar) el que más vergüenza me da reconocer es el de desear el mal ajeno. Hace poco, sin ir más lejos, recordaba a un conocido al que llevo tiempo sin ver y, de forma inconsciente, me asalta este pensamiento: "Ahora, con los recortes en tal y cual, me imagino que le irán mal las cosas, quizá no le hayan renovado el contrato"; aunque realmente, una traducción más fiel al original sería: "espero que le vayan mal las cosas, que no le hayan renovado el contrato". Muy próximo a la envidia, pero peor... más cabrón.
Rudolf Frentz, Amazona, 1925 |