11.12.2015

Si no me conocieses


Estarías tumbada en tu toalla
pensando en otras cosas muy distintas
de las que en estos momentos te preocupan.
Estarías morena, seria, hermosa
porque el ser de las cosas no se cambia.
Buscarías a tus hijos en el agua,
dorados, sonrientes y más altos,
heridos por el sol del sur de Italia,
o de algún otro lugar inalcanzable.
Y quizá en algún raro momento,
cuando deja la luz de ser tan dura
y la playa pareciese cualquier otra,
tu mente se acordase de aquel hombre
nervioso y gris, algo inseguro,
que cruzaba despistado Castellana
y al que casi te llevas por delante
con ese coche enorme que te gusta.
Puede ser que el recuerdo te aturdiese
removiese tu cuerpo adormecido
como siempre que encuentras algún rostro
fuera de su lugar, en otro sitio,
un rostro que habitaba en ti, escondido,
de un tiempo o de un lugar que nunca ha sido
de un tiempo que pudiste vivir y no has vivido. 


Winslow Homer, Escena de playa, c. 1869

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