Llego el fontanero a última hora de la tarde. Venía para ver si los malos olores que padecemos desde hace unos días se deben a averías en nuestra casa o a la humedad que nos ha regalado el vecino. Abrimos la puerta y...¡oh, maravilla!,¡oh, milagro!, los olores (¿qué olores?) han desaparecido... Las bajantes y tuberías, ese gran misterio.
Pero, a quién no le ha ocurrido que, llegando la grúa: "El coche no arranca, será la batería...", gire la llave el silencioso gruista y el coche, cobarde y traidor, ruja como un león.
. . .
Cavilando, surgieron un par de versos que podían seguir a, tengo que dar las gracias a mis hijas
por todas esas cosas que no haremos
por el monte que ya no subiremos
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