Si alguien me preguntase cual es en mi opinión la canción española de los ochenta (¡joder!, pregunta manida, los putos ochenta, la movida y, si vas de entendido, la nueva ola...). Si alguien,digo,me hace alguna vez esa pregunta le respondería sin titubeos que esa canción es Escóndete de Mamá.
Me imagino que andará por infinitas listas que otros tantos presuntuosos blogueros tendrán colgadas en esta manigua llamada red. Póngalo usted en gúguel.
Pero, bueno, el hecho es que Escóndete es la canción por excelencia, la canción que resume el sonido que muchos quisieron remedar aquí del que se había hecho a finales de los setenta en la Britannia, que es quien siempre ha llevado la delantera en esto de la música para la chavalada. Todo en esta canción es dulcemente evocador. Sus sonidos me trasladan en un viaje idealizado a los bajos de Azca, al homenaje a Canito y a aquellos otros lugares que me imagino que el protagonista no pisaría y así se lo le reprocha el Granados: (... que aún vives en tu cajita de rosas, sin querer saber que afuera hace tanto miedo, prefieres ser prisionero, escóndete...)
A mí me hubiese gustado que la que se tuviese que esconder fuese una chica, pero entonces supongo que Granados hubiese escrito prisionera en vez de prisionero. Lo hubiese preferido porque siempre he imaginado esta canción como el desquite frente a la chica buena (la novia que luego se cruzará en el metro) que se queda en casa en lugar de ir a los últimos bares de moda. No debe de ser esta la historia, pero aún así, la canción es soberbia.
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