Esa pareja con las que coincides
en el pulcro pasillo de un hotel
dibujando una escena repetida
y vulgar: los abrigos en el brazo,
el último vistazo,
arrastrar la maleta y su zumbido
que parece un adiós interminable.
Bajáis a recepción
en un mudo ascensor
y en un momento dado ellos sonríen;
supones que a esta vida
imprevisible que, si se pudiera,
a ciegas les cambiabas.
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Ciudad amarilla, 1914, Egon Schiele |