Que suene la canción que ayer por la noche, en esas dudosas horas de silencio y soledad, me provocó un terrible ataque de nostalgia aguda. ¿Dónde habrán acabado todos esos chicos que quise ser; aquellos que eran más atrevidos, más divertidos, más duros, más geniales...?
Tenía entonces diecinueve años, y creía saber lo que había que hacer. Después, casi nada salió como yo pensaba, ganaron prudencia y sosiego. Todavía hoy, creo que alguno de vosotros con camiseta de los Cynics, pelo largo, cigarro entre las manos y el alma más rota, se cruza conmigo y sonríe...
¡Vancouvers!
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