2.03.2011

Lectura, hijas.

Aprovecho que las niñas están entretenidas pintado en unos cuadernos para comenzar a leer los cuentos de Flannery O'Connor. A los pocos minutos suena el timbre y tengo que interrumpir la lectura. Carmen me toma de la mano y camina conmigo hasta la puerta.

Al abrirla nos encontramos con un desconocido: Buenas tardes, estamos haciendo unas “preguntitas” a los vecinos, me explica. ¿Les gusta a ustedes leer?

No, la verdad es que no leemos; no nos gusta mucho.

¿Ni siquiera leen tres o cuatro “libritos” al año?

No… En ese momento aparece Marina que llega desde el salón y el hombre se excusa:
Bueno, claro, con esto… No le molesto más, que bastante trabajo tiene.

Él mismo se acerca a cerrar la puerta de casa, como si yo fuese un inválido, como si dos niñas pequeñas me impidiesen, incluso, mover las manos para cerrar una puerta.

Volvemos los tres al salón. Marina me pregunta: ¿Qué quería ese señor? Vender libros, le explico. Ah… Las niñas ya no quieren seguir pintando, saltan por los sillones y desparraman los juguetes. No puedo acabar el cuento y dejo el libro en el sofá. Cuando llegue Irene lo termino, me digo.



La foto, de aquí

2 comentarios:

  1. Fuiste valiente al abrir, Kris. Yo he convertido mi casa en un castillo, no abro si no estoy seguro de la santidad del visitante (y a veces ni en ese caso).

    Deberías hacer un post para analfabetos (como es mi caso) sobre la importancia de la autora que leías cuando te interrumpieron. La he visto citada en blogs, la he visto en las librerías, pero no tengo ni idea de por qué es importante.

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  2. No sea usted modesto...

    La verdad es que poco puedo contar de esta autora, no había leído nada suyo hasta ahora. Hay un enlace en la entrada (pincha en el nombre) a un blog muy interesante sobre ella.

    Un saludo y gracias por la visita, Fernando.

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