Después de varias semanas de mal tiempo, por fin, una mañana soleada. Por el camino, dos perros me ladran amenazantes detrás de una valla. Los miro con cierto temor y prosigo mi ruta. Salgo de la carretera y asciendo una cuestecilla embarrada; tropiezo con una piedra y casi me voy al suelo de bruces. Cuando recupero el equilibrio y retomo la marcha, veo a dos niños que juegan sobre unas peñas. Uno me apunta imitando un arma con un palo: me dispara. Pienso en seguirle el juego simulando que me ha herido, pero renuncio y aparto mi mirada de la suya. Retomo la cuesta.
El camino se hace pesado por el barro y los charcos, pero le cielo tan luminoso y un olor que recuerda un poco a la primavera alivian el regreso. En algunos tramos soleados noto calor, sudo.
Llego a casa y me descalzo antes de entrar. Las niñas duermen. Silencio.
John Stockwell, "Sombras en un campo de trigo", 2007
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