De las puertas compruebo los cerrojos,
un último vistazo echo intranquilo
a la insondable noche que rodea
esta frágil cabaña
y cierro las ventanas
y tranco sus postigos.
Regreso. Me parece que se escuchan
jadeos en el jardín.
La tiniebla se viene hasta la cama
a clavar su punzante ánimo helado.
Acaricio su pelo.
Inerme y delicada me susurra:
¿Cuánto tiempo nos queda?
Unas tres horas, trata de dormir.
Me vence el sueño, en un rincón me siento,
la espalda en la pared.
Sujeto la escopeta.
Rezaré lo que sepa
un último vistazo echo intranquilo
a la insondable noche que rodea
esta frágil cabaña
y cierro las ventanas
y tranco sus postigos.
Regreso. Me parece que se escuchan
jadeos en el jardín.
La tiniebla se viene hasta la cama
a clavar su punzante ánimo helado.
Acaricio su pelo.
Inerme y delicada me susurra:
¿Cuánto tiempo nos queda?
Unas tres horas, trata de dormir.
Me vence el sueño, en un rincón me siento,
la espalda en la pared.
Sujeto la escopeta.
Rezaré lo que sepa
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