Me lo imagino así:
un sillón comodísimo
(no importa que sea viejo),
alguna de esas lámparas
de brazo articulado,
hechas para leer,
la tarde silenciosa,
puede que algo de música
y ,¡oye!, hasta un café.
Otoño de mis días,
vida de jubilado.
Y justo cuando empiece
con la primera página,
me sonará el teléfono,
o lo que exista entonces,
y alguna de vosotras
volverá a las andadas
diciéndome:” Papá…”