Mis hijas me acompañan a misa y me gusta porque, en cierto modo, es algo triste ir solo. M quería venir y, lógicamente, C,al enterarse, se suma a la fiesta. Se portan bastante bien, aunque imagino que se aburren. C pregunta varias veces que cuándo cantan.
Cuando regreso de comulgar, M me dice: ¿Qué te han dado? Pan, le contesto. Sorprendentemente, me pregunta qué es ese pan (como si intuyese el misterio). Ese pan es Jesús, le respondo; y, al contrario de lo que temo antes de pronunciaralas, mis palabras no suenan estúpidas.
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Maurice Denis, Árboles verdes, 1893 |